UN R QUIEM PARA MAQUIAVELO Los h roes de la antig edad realizaban grandes haza as con el fin de alcanzar la inmortalidad y el reconocimiento de los dioses, aunque con ello se les fuera la vida en el intento, como Aquiles frente a las murallas de Troya; sin embargo, el pol tico florentino Nicol s Maquiavelo con un peque o libro de unas pocas decenas de folios, y escrito en poco m s de tres meses, logr que su nombre llegase hasta nuestros d as y traspasase la barrera del tiempo y el olvido. Maquiavelo no era hijo de Dioses como Aquiles de Tetis y el valiente humano Peleo, o H rcules del propio Zeus y la hermosa Alcmena. Era solo un ciudadano de la imperfecta Rep blica de Florencia, de humilde cuna, sin dotes ni intenciones de realizar heroicidades, escaso de recursos y sin otros atributos m s que su inteligencia, su ojo cr tico y observador y su facultad para conocer las intenciones y el proceder de los hombres, sobre todo en la "misteriosa" y poco asequible pol tica, y en el arte o mal arte de gobernar. l no se propuso ser h roe, puede que no lo sea, pero despu s de 500 a os se le recuerda en todas partes y sobre todo en ese vocablo atribuido o derivado de su apellido, "maquiav lico", sin que l fuera un tipo maquiav lico m s que cualquier hombre de su poca y de nuestros tiempos. l no combati valientemente contra los troyanos, ni siquiera en las frecuentes luchas internas entre los italianos de entonces, ni mat a H ctor en combate, ni siquiera a un posible rival florentino con una afilada daga, pero si lo hizo con las armas que ten a a su alcance: su pensamiento claro y superior, sus palabras convincentes, la diplomacia y la pol tica. H rcules limpi los Establos de Aug as en un solo d a, pese a que llevaban a os recibiendo excrementos de ganado, en lo que constituye una de sus grandes haza as. Maquiavelo descorri el manto velado que ocultaba la conducta hip crita de los gobernantes, exponiendo los secretos de la pol tica para exhibirla desnuda, como diosa vestal y que pudiese ser comprendida y realizada por todos. Pero Maquiavelo no se consideraba un h roe mitol gico, ni siquiera un h roe humano, y conoc a muy bien sus limitaciones, era consciente de ellas y me hubiese censurado por ingenuo y arrogante nada m s leer estos primeros p rrafos. M s bien considerar a que con estas alabanzas estoy siguiendo su juego de hipocres a y que fui un buen disc pulo o lector de el pr ncipe, al esconder mis verdaderos sentimientos de repulsa a algunas de sus sentencias. Es Nicol s Maquiavelo pues, una figura controvertida de la historia, lo que nadie quiere ser o aspirar a ser, pero que al final algo se ve obligado a practicar, sobre todo los gobernantes. Condenado el contenido de sus obras por la religi n, y las clases m s conservadoras de todos los tiempos, sus restos, si lo son, descansan en la Bas lica de la Santa Croce de Florencia, junto a los hombres m s venerados de la ciudad del Renacimiento: Miguel ngel y Dante, entre otros, y es lugar visitado por personas de todas las nacionalidades, independientemente de su raza, color o creencias religiosas: cristianos y laicos, asi ticos, africanos, americanos de toda Am rica, tambi n de Australia y Ocean a, en fin, de todos los lugares y rincones del planeta, y ah est Nicol s Maquiavelo observ ndolos desde la eternidad con su sonrisa de la Mona Lisa, que no se sabe si es de burla, conmiseraci n, o tristeza.
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