Esta edici n de Prosas de C sar Vallejo contiene sus cr nicas europeas. Las que escribi para la prensa hispanoamericana entre los a os veinte y treinta.
Durante esas d cadas escribi con pasi n sobre el arte de las Vanguardias del siglo XX. Destacan sus art culo sobre el cine, el arte cubista, el surrealismo, la m sica, el nuevo teatro, la pol tica y la industria editorial. Nos parece de enorme inter s su visi n de las vanguardias Europa y de la industria cultura de la poca.
Fen menos tan presentes en la cultura actual como el marketing de los autores. Incluso la necesidad de los editores de influir en la opini n del p blico lector, son descritos aqu con cabal honestidad. Entre los m ritos que podemos atribuir a este libro est su ntima penetrante comprensi n de la literatura y su relaci n con la industria cultural.
Citamos a continuaci n uno de los pasajes de las Prosas de C sar Vallejo en que autor denuncia c mo funciona la industria cultural de su poca:
El editor que quiere ganar y redondearse en un gran peculado literario, escoge un escritor cualquiera -que se preste a la cuca a, como nica condici n- y, sin pararse a ver si tiene o no aptitud, lo lanza al mundo, lo revela y lo consagra a punta de dinero.
C mo? Pagando a los pont fices de la cr tica circulante, estudios, ensayos y elogios, los mismos que ser n publicados y reproducidos, a paga secreta siempre, en cien peri dicos y revistas francesas y extranjeras. Grasset, por ejemplo, lanz el a o pasado a Raymond Radiguet; cien mil francos le cost el r clame y lo ha impuesto. Radiguet ha sido traducido ya al alem n, al noruego, al ingl s, al italiano, al ruso; Grasset ha llenado su bolsa y hasta Jean Cocteau, furioso panegirista de ese ahijado, ha comido de ah . El Mercurio de Francia cu nto habr ganado lanzando e imponiendo con dinero a Paul Fort, a Guillaume Apollinaire, a Francis Careo? La Nouvelle Revue Fran aise cu nto habr ganado imponiendo a Gide, a Rivi re, etc.? El p blico, por su parte, contribuye a este tr fico de celebridades y fortunas, con su indiferencia. Antes, el p blico, menos urgido por las circunstancias de la vida y m s nivelado espiritualmente con la mentalidad de los escritores, los que, dicho sea de paso, se hacen cada d a menos accesibles, ejerc a en cierto modo un control a la moralidad del escritor y a su valor intr nseco. Hoy los lectores son embaucados con mayor facilidad que en ninguna otra poca y se dejan llevar ciegamente por lo que se dice y por lo que se muestra ante sus ojos. Le F garo asegura todos los d as que el se or Henry Bordeaux es un gran novelista? Sin duda el se or Bordeaux debe ser un gran novelista... Le Journal asegura que Blasco Ib ez es el novelista m s universal de nuestros tiempos? Sin duda, as ser ...