Antonia tiene veintis is a os cuando se ve sola con un ni o de cuatro en el cambiante Madrid de los ochenta. La suya es la historia de un viaje interior, el de una mujer que se enfrenta a la juventud y a la maternidad mientras intenta hacerse un lugar en la vida, en una ciudad y en una poca de tiempo acelerado, m s propicio a la confusi n que a la certeza, sobre todo para alguien que ha tenido una experiencia demasiado temprana de la p rdida y de la soledad.
Lo que me queda por vivir es la cr nica de un aprendizaje: c mo se logra a duras penas sobreponerse a la deslealtad; c mo el desvalimiento y la ternura de un hijo alivian la fragilidad de quien ha de hacerse fuerte para protegerlo.
Lo que me queda por vivir tiene la fuerza de las novelas que retratan un tiempo al contar unas vidas singulares, hechas por igual de desamparo e inocencia.
La escritura de Elvira Lindo alcanza aqu una belleza sobrecogedora, yendo derecha al nervio de las cosas, al coraz n de esas verdades sobre la experiencia que s lo puede contar la ficci n.